sábado, 25 de enero de 2014

Ciudad

Hace ya una contundente cantidad de años, una ciudad había adoptado al Tipo. El la fue descubriendo de a poco, casi con curiosidad. Lo deslumbraba la inmensidad de las avenidas, la belleza de sus mujeres, el aroma a tilo viejo,las facultades apiñadas entre los arboles, la música que sonaba desde la tierra. El Tipo se había topado con todo eso cuando aun era un niño. Cuando todavía no sabia caminar las calles y temía a cada ñato que le amagaba un encare. Allí, el Tipo se enamoro de los viejos agolpados contra una mesa de café, bombardeándose en retruques y vale cuatros. Allí, el Tipo enloqueció con las colegialas discretas que pintaban de colores calle 8 (e/ 48 y 49) y la hacia brillar en medio de la sombra de los enormes edificios. Allí, el Tipo conoció las verdaderas esquinas, esas que albergan a los malandras, a los pungas, a los milicos, a las prostitutas, a los pibes y a las pibas, todos intercambiables entre si y combinables en infinitas posibilidades. Para el Tipo fue demasiado, nunca sintió tan de cerca el humo de la ciudad, pero esta vez, lejos de ahogarlo, lo hacia respirar.

El Tipo estaba pidiendo a gritos un lugar así. Necesitaba sentir como la ciudad le tocaba el culo y lo apuraba como no la había hecho nadie nunca. Era la mina mas linda de todas, y El Tipo no sabia si le daba el cuero para ganársela. Le chamuyo de pavadas durante días, meses, años, y a la ciudad nunca le alcanzaba. Una tarde El Tipo creyó que la ciudad lo había besado en la mejilla, y eso lo esperanzó. Pensó que quizás, iba a hacerla suya una noche entre los arboles del bosque. Pero no, El Tipo jamas entendió los amores efímeros. Jamas entendió la curiosa sensación de acostarse de a dos y despertarse abrazando las almohadas. Siempre cometió el mismo error: Creerse eterno cuando tan solo arañaba las horas de vida.

De ahí en adelante El Tipo espero a la ciudad todos los días de su vida. Se sentaba en Plaza Italia a rodearse de autos y transeúntes (A la ciudad siempre le fascinaron los transeúntes. Gente que no sabe muy donde va, pero va). El Tipo cancelaba citas, cortaba llamados, negaba vinos y no paraba de hacerse el distraído. El sentía en el fondo que la ciudad en realidad lo amaba pero que estaba equivocada. Que sus diagonales lo tenían entre ceja y ceja y que algún día cuando menos lo espere (Aunque no paraba de esperar) la ciudad lo iba a invitar a pasar y quedarse con el todas las noches, todos los días.

La ciudad nunca lo invito a pasar. El Tipo era demasiado Niño para una ciudad así. La ciudad era muy densa y El Tipo a duras penas orejeaba la viveza de pueblo. El Tipo desconocía de los vaivenes de la calle. No tenia idea de como encarar a un cana sin terminar la noche adentro. No estaba al tanto de las desventuras de cabaret y lo aterraba hacer el amor en un auto. Aun así, El Tipo jamas se resigno y se vistió de ciudad. Se puso todo lo que había que ponerse para ser como ella. Muchos cuentan que en las madrugadas Platenses se lo ve manejando sin rumbo fijo. Bajando por 7, subiendo por 50, doblando en 12 bajando en 34, subiendo nuevamente por 5, doblando en 48, parando entre 7 y 6. Por lo menos ahí, había conocido lo mas parecido a una ciudad. Lo mas parecido a las diagonales, a las plazas, a las universidades y a los tilos. La única diferencia... Ella si lo había invitado a pasar.


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