lunes, 11 de agosto de 2014

Verte Bailar

Verla bailar lo idiotizaba. El Tipo se encontraba una vez frente a esas caderas que se movían de un lado para el otro; que dejaban sin perdón al mas santurrón de los hombres (Esos que conocía bien). La pollera negra apretada y la camisa semitransparente dejaban ver un encaje que no le iba a durar mas de 10 minutos puesto. El Tipo miraba, observaba, oía y desnudaba, y sin embargo, ella seguía bailando y el... El la veía bailar.

Paradoja de los hombres, atrae lo que desconocemos o somos incapaces de hacer. Para que ver reflejado en otro lo que podemos hallar mirándonos el ombligo? El Tipo no quería una pendeja sensible a las mañanas frías y a los veranos entre algodones. El quería que lo saquen  pasear entre todo el perrerio de la tarde. Quería que lo pongan entre la espalda y la pared y lo arrinconen con besos de nicotina. Quería una pendeja de bondi trasnoche y corazón de hotel alojamiento.

Obviamente, no hace falta aclarar que el tipo no podía dar dos pasos a tempo. Los dedos se le movían incesantemente como un vibrador en manos primerizas pero los pies estaban duros, duros y ,una vez mas, duros. La silla, fiel amiga en los reductos nocturnos de poca monta y beso fácil depositaba toda su timidez de quinceañero. No se si alguna vez se lo pregunto, pero ¿Cual es la diferencia entre una mirada al pasar y un par de ojos que se fijan en la nuca y lo besan muy suavemente? La respuesta esta en la paciencia, tarde o temprano, esa mirada llega pero es única e irrepetible. No sucederá dos veces (Por mas que haya mas de uno que jura conocerla a diario).

Finalmente paso, el Tipo sintió los labios en el cuello. Se levanto de su silla y paso al lado de ella (Que no dejaba de bailar) y simplemente le rozo la cintura con las manos inquietas. El resto ya estaba dicho, desde el primer compás ambos sabían que iban a terminar desnudándose en el baño de quien invitaba. Todos iban a saber de sus gritos ahogados y de la almohada que se hunde en los rostros orgasmicos. Para que mentirse? El Tipo se conocía bien, no podía resistir una docena de besos y mucho menos si estaban en oferta. Todos iban a saber que El Tipo siempre fue el mismo. Lo único que supo cambiar fueron sus camisas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario